El Gobierno fía a la persuasión que las empresas no engorden sus ganancias. El riesgo creciente está en la presión de la energía sobre la cesta subyacente

Aunque ha costado lo suyo, el Gobierno ha claudicado de sus propósitos y ha terminado bajando los impuestos, algunos impuestos, para rebajar unas décimas la inflación, consciente de la trascendencia electoral que tiene la fuerte subida de los precios, que erosiona de forma muy intensa rentas y patrimonio financiero. Una vez agotadas las herramientas directas, unas bien utilizadas y otras mal, solo queda la persuasión (“no me vayan por ahí”) para moderar el avance de los salarios y de los márgenes empresariales, ambos reconocidos arietes inflacionistas.

La última apuesta del Ejecutivo con la rebaja de los tipos del IVA sobre los alimentos básicos es la más seria de cuantas ha puesto en marcha, y si cree en su efectividad, llama la atención que haya esperado hasta ahora para hacerlo, cuando se trata de una iniciativa demandada reiteradas varias veces por su alternativa política. A lo mejor es por eso por lo que se ha retrasado tanto, como inicialmente se retrasó la rebaja de los impuestos sobre la energía eléctrica o la subvención de una pequeña porción del precio de los carburantes.

Sea como fuere, desde el Gobierno han concluido que su mayor enemigo en el corto plazo es la inflación, y que el desequilibrio fiscal y sus efectos secundarios sobre los tipos de la deuda tardarán en llegar, y por ello descarga en los presupuestos un incremento de gasto y un defecto de ingresos como palancas antiinflacionistas. Si todos los agentes económicos que intervienen en la cadena de producción y distribución de la alimentación tienen un comportamiento neutro, el efecto de la reducción de los tipos de IVA que ha entrado en vigor esta semana será importante, teniendo en cuenta que no habrá una variación sobre la demanda en productos que forman parte de la cesta básica.

El peso de la alimentación en la cesta de los hogares que compone el Índice de Precios de Consumo es del 22,61%, más de un euro de cada cinco, y la variación en los últimos doce meses de las rúbricas afectadas por la rebaja del IVA del 10% al 5% o del 4% al 0% oscila entre el 14,9% y el 31,5%, con una repercusión en los once primeros meses de 2022 de 1,1 puntos. El encarecimiento de los alimentos frescos en el ejercicio que ha concluido a impuestos constantes es del 12,6%, y del 14,7%, el de los alimentos elaborados. La bajada del IVA oscila entre un 4% y un 5%, lo que permite presumir que el descenso no será muy intenso, aunque es cierto que afecta a una proporción de la cesta muy elevada y con alta ponderación en el IPC.

A partir de ahora, lo que ocurra dependerá de la buena fe del último punto de la cadena alimentaria (la distribución) y del poder de persuasión de las instituciones públicas, trufadas de supuestas vigilancias de Competencia y del Observatorio de Precios de Agricultura. Un buen número de empresas podría aprovechar la rebaja de impuestos para absorberla en precios finales y recomponer un poco los márgenes, si por alguna circunstancia no ha podido hacerlo antes.

Una primera aproximación del Banco de España al fenómeno de los márgenes empresariales revela precisamente que han sido las empresas de comercio y hostelería las que han registrado generosos repuntes de sus márgenes en los tres primeros trimestres de 2022, superando los niveles de 2019, si bien es cierto que se trata también del sector de actividad en el que mayor desplome habían encajado tales márgenes en 2020 con la pandemia. El Banco de España analiza el comportamiento de esta variable de la cuenta de resultados con la información aportada a la central de balances por unas 900 empresas, generalmente de gran tamaño, y detecta que las energéticas y las industriales (más abiertas a la competencia externa) no han logrado recomponer sus márgenes plenamente. Destaca igualmente que las corporaciones que tienen en sus procesos productivos una participación más intensa de la energía y las materias primas, encajan también una contracción de los márgenes en 2022. Y curiosamente las compañías con una posición financiera más vulnerable por tener una deuda alta y a un coste elevado han tenido mayor propensión a subir sus márgenes para recomponer antes su perfil financiero.

Aunque el Gobierno ha ido prorrogando muy buena parte de las medidas de alivio de la inflación, esta rebaja del IVA a una parte de los alimentos tiene caducidad en julio, incluso en mayo si la inflación subyacente ha descendido entonces por debajo del 5,5%. Ahora está en el 6,9%, tras sorpasar a la inflación general en diciembre (5,8%), y se mantiene vivo un riesgo creciente de elevarse si la energía sigue presionando al resto de los bienes y si, como consecuencia de ello, se activan subidas salariales nominales más consistentes que las generadas hasta ahora.

Los riesgos de que persista el filtrado de los costes energéticos sobre la inflación subyacente cpntinúan, e irán a más si las causas de los desorbitados precios de los carburantes, del gas y de las materias primas, fundamentalmente la Guerra en Ucrania, se prolongan mucho tiempo. Las medidas que a duras penas ha aprobado la Unión Europea de límites en los precios de la electricidad, así como los topes fijados para el petróleo y gas rusos, tendrán efectos contradictorios, y no necesariamente servirán de bálsamo para Europa.

El servicio de estudios del Banco de España ha realizado también una detallada exploración sobre los efectos de los costes de la energía sobre el resto de los componentes de la cesta de la compra, y en particular sobre la tasa subyacente (sin alimentos frescos, energía e impuestos). El efecto directo de los costes energéticos sobre el resto de las rúbricas de la cesta ha sido del 7% en 2022, una cifra muy apreciable. Y respecto a la aportación a la tasa subyacente del IPC, ha avanzado rápidamente en 2022 y ha superado las seis décimas, frente a las cuatro que impactó en 2008 en un repunte también elevado de la energía.

Ambos efectos reflejan una intensificación de la sombra de la energía sobre el resto de los componentes, que bien podría ser muy persistente en el tiempo si los agentes económicos, especialmente los empresarios y los asalariados, tensan más los márgenes y los salarios, dos variables hasta ahora con comportamientos moderados en términos agregados. No obstante, sí hay actividades que recogen subidas de salarios generosas, como hay empresas que han adaptado sus precios finales a los costes de manera regular, tras una vertical de los precios energéticos que se prolonga ya por año y medio largo, y que nadie sabe cuándo concluirá.

Fuente: Cinco Días, 03 de Enero de 2022

La energía, los alimentos, los sueldos y los márgenes en el IPC | Opinión | Cinco Días (elpais.com)

Por Bolivia